15.6.09

¿Qué hacer cuando se acaban las certezas? ¿Qué cuando las creencias caen, una a una, hasta que ya nada queda en pie? Tiembla el mundo, y rompo en llanto. ¿A qué predicarle el ser? En el discurso de lo contingente nada es estable, nada donde hacer pie y comenzar a avanzar. ¿Es éste el límite? ¿No poder conocer redunda en no poder hacer? Eppur, si muove. El movimiento existe, a pesar de Zenón. El movimiento está, yo lo veo, ahí. ¿Y qué es lo que permanece? El río es y no es el mismo. Su esencia, el fluir, cambiar permanentemente, no ser. ¿Cómo hablar, cómo decir algo de él? Y sin embargo, hablamos, nos movemos, decimos que somos, que las cosas son. Las cosas fueron, en movimiento, yendo sin rumbo. ¿Existieron? Caídas las estructuras, no hay humanismo posible. Todo es caos, se mueve sin dirección, arrastrado por la corriente. Fumarse un porro y evitar todo posible intento de acción. Trasladar la determinación y la responsabilidad a una infinidad de circunstancias ajenas e incognoscibles, incontrolables. ¿Existe la voluntad? ¿Existen estos seres grises, a la deriva, perdidos? La sonrisa vacía de un sujeto ausente, ése que no puede decir ni hacer pero se mueve, como se movieron las cosas hasta su desaparición, su disolución en ese otro universo al que no podemos acceder, no todavía. Allá el mundo de los muertos, acá yo. Inmóvil, perdido. Perdiendo. El cigarrillo fue humo antes de diluirse. Todavía puedo saborearlo, a ese objeto ausente-inexistente. Como Ella, en mi boca antes de desaparecer.