10.4.08

Llena de pulsión y de muerte, la vida se abre ante mí. El deseo no es voluntad, una furia intempestiva que surge en mi interior y no atraviesa ningún proceso racional o momento de conciencia. Podría haber sido Jack The Ripper en otra época, pero me he sofisticado: prefiero el goce y la pulcritud de mis puños antes que el frenesí sangriento inspirado por un cuchillo. He aprendido de la historia. Libre de complementos artificiosos, mi cuerpo se eleva por sobre el mundo. Fluyo entre las esferas sociales sin necesidad de apariencias o fingimientos: Yo soy mi imagen. No hay nada para desvelar, no hay una substancia invisible. Sin forma, sin causa, soy el instante que me atraviesa. Desprovisto de memoria, la imposibilidad del recuerdo es la ausencia de una cordura que desarme mi ser. Y ésa es mi victoria: allí donde está la falta, me constituyo entero.

***

No hay contradicción de los términos. No hay otro a mi altura. Escribo estas líneas para nadie. Escribo para mí, para partirme, en busca de ese último reducto de humanidad que quiere fragmentarse en historicidad. Quizás algún día lea, comprenda. Quizás. Quizás exista algún día. Quizás no exista ninguno.

***

Toco el cuerpo, con un dedo toco el cuerpo y lo recorro, descubro un cuerpo sin vida, sin historia. Sus ojos no se fijan en mí. Sus ojos como los míos ven la nada, el abismo después de la muerte. Hay un cuerpo muerto a mi lado. Lo miro, lo pateo. Dejo la habitación. Hay otro cuerpo muerto a mi lado.

***

El cuerpo grita mientras es penetrado. Su vientre recibe mis arremetidas una y otra vez. El cuerpo grita, gime, jadea, grita. Tiembla. Sus piernas caen, sus brazos me rodean. Fin del calentamiento. No salgo de su interior. Mi mano derecha aprisiona su garganta. Con la izquierda torturo sus pezones. El cuerpo gime, grita. Mis puños se alternan para golpear su rostro. Salgo. Entro. Golpeo. Salgo. El cuerpo grita. Me incorporo, tomo al cuerpo por los brazos, llevo su vientre a mi rodilla. El cuerpo cae. El cuerpo gime, solloza, llora, grita. Mi pie derecho golpea una y otra vez su cabeza. Con una mano lo tomo por sus cabellos, lo sostengo de pie contra la pared. Con la otra golpeo: vientre, pecho, rostro. El cuerpo grita. El cuerpo grita. Muevo mi mano hacia abajo, soltando la cabellera. El cuerpo cae. El cuerpo grita. Mi pie golpea su nuca. El cuerpo no grita.

***

Hay un cuerpo muerto a mi lado. Siento el impulso, vuelvo a la vida. Busco otro cuerpo. En la calle todos se me ofrecen. Una y otra vez. Mi imagen compra, yo soy seductor. Todos se me ofrecen: Dios ha muerto. El cuerpo ha muerto.

4.4.08

Sentir
verdaderamente sentir
un muro invisible que se levanta
una frontera de hielo que se hace infranqueable
detrás de la espalda no hay pared
delante del pecho no hay espada
Ver
con los ojos el pánico
frente al acantilado que avanza
No querer caer
Fingir que no existe la impotencia
la imposibilidad del hacer que no es sino el reflejo de la inutilidad
en un mundo extraño, muerto
no servir – no poder
Es lo extraño lo que vive
debajo el infierno
sentir – no ser.


***


Arder
interminablemente
fuera del tiempo del mundo
dentro de un cuerpo inhumano
pathológico
sin registro del entorno
ser imposible
no poder penetrar la vida
quedar en el más allá
la supervivencia en el averno
la eternidad del hielo en derredor
no vivir
no poder morir.