17.4.07

en la punta de la lengua

No hay barco hundido
ni boca mutilada
no hay
fragmentos de un cuerpo desgarrado
que puedan escribirse
en un poema
que sea más que una lengua cortada
pedacitos de barco
y un cuerpo que se hunde
entre las imágenes
completamente ciego
y fragmenado
en miles de palabras
vacías
que no son
nunca
un poema.

11.4.07

( )

Tantas cosas que empiezan como un juego, como agarrar una palabra y darla vuelta, buscar deconstruirla en anagramas, repeticiones, leves mutaciones de un mismo discurso, y de cómo hacer causal la casualidad, y lentamente caer, preso, del discurso enajenado, de la deconstrucción devenida estructura, que no es más que excusa, hasta que, en algún momento, por azar del destino, las cosas cambian, y acaso acaban.
Supongo que te habrá causado gracia, por no decir estupefacción u horror, ver que el mismo pelotudo que había irrumpido en la clase horas antes estaba caminando al lado tuyo, argumentando su teología ego-centrista, negando tu existencia, adjudicándola a un mero capricho de su propia y única voluntad, como cuando una semana después, volviendo a interrumpir la sesión, se apropió de tu color, resignada y grandilocuentemente, porque, en realidad, sólo importaba yo.
Nunca habías sido importante, hasta que decidí que entraras en mi universo, y me quedé mirándote, como un pelotudo, en diagonal, fingiendo interés por la escultura de al lado, hasta que levantabas la vista y me mirabas y entonces yo, como un pelotudo, volvía a mi cuaderno y escribir una línea, después volver a mirarte hasta que me chocaba con tus ojos y entonces otra línea, mi querida princesa helada, una y otra vez repitiendo, hasta que estuvo completo uno de mis peores poemas.
Empezó un tiempo diferente, más sigiloso, más bello y amenazante a la vez, el día que decidiste hablarme, caerme encima con tu discurso predador, perturbarme infinitamente, aunque se manifestara en maneras pasivas perceptibles sólo para mí, aunque era imposible y entonces sí te dabas cuenta, como cuando notabas mis miradas y quería hacerme el boludo, tu propio juego había empezado, junto con mi casting para el protagónico.
Una noche quedamos los dos solos, aunque en realidad no hubo nadie antes, siempre fuimos nosotros dos, pero esa noche, por primera vez, quedamos los dos solos, libres de nuestros discursos, en silencio, decidimos no hablar y quedarnos sentados, como dos pelotudos, mirándonos, porque en realidad no quería otra cosa, mirarte, en silencio, esperar a que vos hablaras y entonces el juego hubiese sido mío, te hubiese ganado, cosa que no pasó porque vos no dijiste nada, hiciste un leve amague y te fuiste, lo que podría haber sido una derrota pero no fue porque acordamos un empate, porque somos dos pelotudos, pero yo más.
Ya era noche cerrada cuando el juego fue mío por un instante, hasta que me obligaste a cambiar de posición, me embestiste y no pude hacer nada, el juego era tuyo, pura y exclusivamente, y cuando te dije que mi sangre era toda tuya no era tan literal, no quería que te la llevaras, que te apropiaras de mi sangre, mi vida, yo quería jugar, seguir jugando, ganar, pero desgarrado no se puede, desangrándome nunca te iba a poder ganar.
Tantas cosas que empiezan como un juego, y acaso se convierten en otra cosa, en algo distinto, porque entre el principio y el fin hay toda una historia, llena de descubrimientos, una historia que se extiende en el tiempo más allá de lo que cuentan los libros, las cosas siguen, y no acaban.
Sí, pero los días pasaban y ya no sabía vivir de otra manera, una y otra vez repitiendo las mismas palabras, generando una obsesión, esperando encontrar algo, in-forme, in-definido, porque en realidad todo lo que quería era retomar donde habíamos dejado, seguir jugando, lo sabés muy bien, soy un mal perdedor y no quería aceptar que me habías ganado.
Mucho después, en algún momento, volví a quedarme sin palabras, volví a encontrar el fin de mi discurso y resigné toda posibilidad de jugar, de ganar, y entonces sí, encontré, algo distinto, algo que no es historia porque es sonrisa, es sentimiento, y, ya sé, ¿pero qué otra cosa querías que te dijera? ¿Qué otro mensaje podría tener sentido ahora? De algún modo tenía que decirle adiós al juego, y seguir hablando. Algo tenía que dejarte antes de volver a jugar en otros lados, y, más sentido que nunca: te quiero.

8.4.07

septimus insurgi

Y ya no quiero
nunca más
volver a escuchar
las mismas palabras
repetidas
día tras día
año tras año
porque son mentiras
fáciles
terribles
y repetidas
las palabras
la pasividad del discurso
cuando no hay
resurrección
no hay
nunca
una vuelta
hay
un repetir continuo
monotonía lineal
de palabras
vacías
que desvían la atención
que deshacen la memoria
y desaparecen
con el viento
desaparecen
siguen desapareciendo
día tras día
año tras año
porque es una mentira
que la casa está en orden

(felices pascuas)

5.4.07

in between days

(sobre lo que dice una chica coreana, y no robert smith)
((o no necesariamente))



no poder deshacer
el paradigma
no poder
salirse
y estar siempre
viajando
mutando
en las palabras que se repiten
una y otra vez
porque no es más que eso
una palabra en diagonal
dos de costado
pero nunca
de frente
nunca
hay discurso
mirándote
estoy siempre
en silencio
neciamente en silencio
pensando
pasivamente
la inacción
de este poema pelotudo que no es nunca discurso
porque no quiero
nunca
actuar
arriesgar
morir
cuando lo que importa
es el acto
lo que importa
es lo que nunca
va a ser acto
porque cuando te miro
se entierra
-lo que callo-