11.4.07

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Tantas cosas que empiezan como un juego, como agarrar una palabra y darla vuelta, buscar deconstruirla en anagramas, repeticiones, leves mutaciones de un mismo discurso, y de cómo hacer causal la casualidad, y lentamente caer, preso, del discurso enajenado, de la deconstrucción devenida estructura, que no es más que excusa, hasta que, en algún momento, por azar del destino, las cosas cambian, y acaso acaban.
Supongo que te habrá causado gracia, por no decir estupefacción u horror, ver que el mismo pelotudo que había irrumpido en la clase horas antes estaba caminando al lado tuyo, argumentando su teología ego-centrista, negando tu existencia, adjudicándola a un mero capricho de su propia y única voluntad, como cuando una semana después, volviendo a interrumpir la sesión, se apropió de tu color, resignada y grandilocuentemente, porque, en realidad, sólo importaba yo.
Nunca habías sido importante, hasta que decidí que entraras en mi universo, y me quedé mirándote, como un pelotudo, en diagonal, fingiendo interés por la escultura de al lado, hasta que levantabas la vista y me mirabas y entonces yo, como un pelotudo, volvía a mi cuaderno y escribir una línea, después volver a mirarte hasta que me chocaba con tus ojos y entonces otra línea, mi querida princesa helada, una y otra vez repitiendo, hasta que estuvo completo uno de mis peores poemas.
Empezó un tiempo diferente, más sigiloso, más bello y amenazante a la vez, el día que decidiste hablarme, caerme encima con tu discurso predador, perturbarme infinitamente, aunque se manifestara en maneras pasivas perceptibles sólo para mí, aunque era imposible y entonces sí te dabas cuenta, como cuando notabas mis miradas y quería hacerme el boludo, tu propio juego había empezado, junto con mi casting para el protagónico.
Una noche quedamos los dos solos, aunque en realidad no hubo nadie antes, siempre fuimos nosotros dos, pero esa noche, por primera vez, quedamos los dos solos, libres de nuestros discursos, en silencio, decidimos no hablar y quedarnos sentados, como dos pelotudos, mirándonos, porque en realidad no quería otra cosa, mirarte, en silencio, esperar a que vos hablaras y entonces el juego hubiese sido mío, te hubiese ganado, cosa que no pasó porque vos no dijiste nada, hiciste un leve amague y te fuiste, lo que podría haber sido una derrota pero no fue porque acordamos un empate, porque somos dos pelotudos, pero yo más.
Ya era noche cerrada cuando el juego fue mío por un instante, hasta que me obligaste a cambiar de posición, me embestiste y no pude hacer nada, el juego era tuyo, pura y exclusivamente, y cuando te dije que mi sangre era toda tuya no era tan literal, no quería que te la llevaras, que te apropiaras de mi sangre, mi vida, yo quería jugar, seguir jugando, ganar, pero desgarrado no se puede, desangrándome nunca te iba a poder ganar.
Tantas cosas que empiezan como un juego, y acaso se convierten en otra cosa, en algo distinto, porque entre el principio y el fin hay toda una historia, llena de descubrimientos, una historia que se extiende en el tiempo más allá de lo que cuentan los libros, las cosas siguen, y no acaban.
Sí, pero los días pasaban y ya no sabía vivir de otra manera, una y otra vez repitiendo las mismas palabras, generando una obsesión, esperando encontrar algo, in-forme, in-definido, porque en realidad todo lo que quería era retomar donde habíamos dejado, seguir jugando, lo sabés muy bien, soy un mal perdedor y no quería aceptar que me habías ganado.
Mucho después, en algún momento, volví a quedarme sin palabras, volví a encontrar el fin de mi discurso y resigné toda posibilidad de jugar, de ganar, y entonces sí, encontré, algo distinto, algo que no es historia porque es sonrisa, es sentimiento, y, ya sé, ¿pero qué otra cosa querías que te dijera? ¿Qué otro mensaje podría tener sentido ahora? De algún modo tenía que decirle adiós al juego, y seguir hablando. Algo tenía que dejarte antes de volver a jugar en otros lados, y, más sentido que nunca: te quiero.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

"Tantas cosas que empiezan como un juego (...)
hasta que, en algún momento, por azar del destino, las cosas cambian, y acaso acaban..."

Tantas cosas empiezan como un juego, las relaciones mismas que entablamos con las personas a veces empiezan de esa manera, o de esa manera terminan.. como si el juego fuera la vida misma.

Anónimo dijo...

"la historia de mi vida"

jjja

*AntagoniSta* dijo...

aun no logro decir Adiós a mi juego, y más triste aun, no me veo ganadora, ni perdedora...

DeLiA dijo...

Bruno :

Te leo y de alguna forma muy cercana me identifico con lo que dices...
Cada una de nuestras historias en algun momento paracen un juego, que al principio es estimulante, inquietante... entretenido...
Todos jugamos para ganar, no conozco a nadie que quiera jugar pensando en que va a perder... no, nuestra escencia es el desear ganar...
Y cuando nos ganan la mano a veces nos quedamos con nuetra vida en trozos, con una vida entre las manos cuyas piezas sobrantes no calzan, y aquí tengo que decir que me tocó muy cernamente eso que dices de que :
"Y cuando te dije que mi sangre era toda tuya no era tan literal, no quería que te la llevaras, que te apropiaras de mi sangre, mi vida, yo quería jugar, seguir jugando, ganar, pero desgarrado no se puede, desangrándome nunca te iba a poder ganar."

Es verdad... la pura verdad...

Un beso a la distancia y gracias por venir siempre aunque yo falte...

x dijo...

Bueno defiitivamente un gusto... encima Bruno... justo ese nombre, por eso entre e este blog... cosas que pasan che...

guagüita dijo...

definitivamente muy bueno...creo q todo termina siendo un juego, la vida es un juego...lastima q algunos se terminan dando cuenta tarde!... vamos a jugar!