18.11.10

Attica

¿Qué voy a hacer esta noche
cuando las palabras
son de los sueños,
de los otros?

¿Qué voy a hacer con esta carga
que de ausencia
me pesa?



Bajo la luz de la luna
aguas hondas se agitan
se nublan
en la ansiedad de la espera
en el fondo del alma.



Si no hay noches eternas
es porque los sueños perecen
Si no hay noches eternas
es porque son otros los que sueñan
Si no hay noches eternas
-como dice el poeta-
¿qué sueños habrán de venir
en este dormir de muerte?

13.10.10

33

El televisor a mi derecha
hace no sé cuántas horas está clavado
en un mismo canal
en una misma escena repitiéndose una y otra vez
y otra
y otra
treinta y tres veces lo mismo
treinta y tres veces los gritos
el nerviosismo y al fin
el júbilo en los ojos
la tragedia estallando en un abrazo
de felicidad
sonrisas, saludos, la camilla y otra vez
allí vamos
encapsulados y bajando
vuelven los nervios
mis ojos clavados en la concatenación infinita de esos tres o cuatro
/planos
mi alma consustanciada con el pathos ajeno
una lágrima se me escapa
y me obliga, por un momento
a cerrar los ojos
suspender el mundo
y girar la cabeza
volver
a este ambiente viciado de humo
ruidos de cubiertos, conversaciones varias
algunos ríen, otros dialogan con preocupación
y los demás con los ojos clavados
en el televisor a mi derecha
en el mismo canal
en la misma escena repitiéndose una y otra vez

¿en qué momento la noticia
dejó de ser una línea informativa en el diario?
¿en qué momento la vida del otro
se transformó en este patético espectáculo?

El reality más real
protagonizado por treinta y tres casi muertos
treinta y tres casi mártires
testigos del sacrificio
de los héroes anónimos.

2.10.10

Una noche con Mariana

Las cosas podrían haber sido distintas esa noche. En vez de quedarme con Paula, podría haber optado por alguna de las otras. En realidad por la otra, porque Chernobyl había quedado descartada de plano después de mi comentario sobre su desconocimiento de Buenos Aires. En efecto, mientras yo hablaba con una tuve varias veces la oportunidad de intercambiar miradas con la otra, que cada tanto aportaba algo en nuestra conversación, acaso como si estuvieran disputándose la presa con su amiga. Tendría que haber hecho algo, quizás, pero adopté una actitud absolutamente pasiva, concluyente en que me dejara llevar por la que había marcado territorio en primer lugar. Ahora es tarde. No puedo cambiar los hechos pasados. Pero puedo recordar una versión posible, alternativa.

En algún momento Paula se levantó para ir al baño y yo giré hacia el otro sector de la mesa. La rubia seguía mirándome con cara de pocos amigos, pero Mariana, en cambio, volvió a sonreírme al tiempo en que empezaba a tantear el terreno. Fue demasiado para la Chernobyl, que también se levantó en dirección a los sanitarios. Su amiga aprovechó la ocasión y dijo sentirse un poco mareada, entre el humo y la música y el alcohol la cabeza no me da más, necesito un poco de aire... ¿me acompañás afuera? Miré hacia los costados: no había moros (ni Paulas) en la costa. Me levanté de la silla y le extendí la mano, ella la tomó con la suya y así, estrechándolas bien fuerte, nos encaminamos hacia la puerta y la calle.

Aproveché la luz para mirarla mejor: era un poco más alta que yo, de sonrisa amplia y cabellos tan oscuros como sus ojos, clavados en mí y capturándome en la profundidad de su mirada. Solté su mano para rodearla por la cintura y empezar a caminar sin un rumbo definido. Ella me seguía, se dejaba llevar sin la más mínima resistencia. Desde que habíamos pisado la vereda ninguno había vuelto a hablar, íbamos en silencio, en movimientos acompasados y lentos, pensando en nada, hasta que nos interrumpió un estruendo de Bizarre love triangle desde el fondo de su cartera. Ella sacó el aparatejo ése del demonio, le echó un vistazo, y lo volvió a guardar, no sin antes apagarlo. Yo la miré extrañado. Ella se largó a reír, y empezó a argumentar que la pesada de Paula me llama por cualquier boludez, que no joda. ¿Resultaste un poco garca, Mariana, o me parece a mí? En ese entonces, no me importó. Reí yo también, y ¿querías aire vos? Tengo la moto en la otra cuadra, vamos a dar una vuelta.

Seguimos caminando en medio de una animada charla hasta dar con la Yamaha, entonces me puse de frente a ella y, diciendo alguna estupidez relativa al priorizar la seguridad, tomé el casco con ambas manos y lo llevé sobre su cabeza, Mariana alzó los brazos y sus dedos pasaron por mis dedos y después al casco, mis manos se deslizaban hacia atrás y hacia abajo, por su nuca y el cuello, lentamente de vuelta hacia adelante y entonces entre mis dedos se encontraba su barbilla frágil e impoluta, más arriba sus labios cada vez más cerca de los míos hasta encontrarse y el beso, consecuencia obvia y natural del proceso de seducción que ella había iniciado, de ese fuego que ardía en mí en espera de un momento y un objeto para ser liberado. Sin generar el más mínimo disturbio ella depositó el casco sobre la moto y juntó sus manos entre mi pelo, con delicadeza en un primer momento y después cada vez más fuerte, aumentando en proporción con la intensidad que se jugaba entre nuestras bocas y los cuerpos, apenas separados por esas capas de ropa que se disolvían en el sentir, mis manos iban descubriendo lentamente sus curvas mientras las suyas comenzaban a bajar por mi espalda y mi pecho, las piernas de los dos entrelazadas y no sé cuánto tiempo estuvimos así, quizás sólo unos segundos, quizás horas, pero de cualquier manera, y por fuera del absurdo de linealizar y objetivar la experiencia, fue poco y mucho, el tiempo justo y necesario para hacer del momento la perfección. Finalmente abordamos la moto y enfilamos para el sur. Bordeando la playa llegamos hasta los acantilados, donde nos detuvimos un rato para ver las olas romper contra las piedras y continuar con el ritual besístico bajo la luz de la luna.

El frío y el viento pudieron más que nosotros, por lo que pocos minutos después terminamos volviendo a la ruta. Yo iba de vuelta hacia el centro, aunque sin un destino demasiado claro, hasta que en algún momento me dejé llevar por las instrucciones con que ella me iba acariciando el oído. No sabía a dónde estábamos yendo y tampoco me importaba, de modo que ni pregunté, yo escuchaba y seguía hasta que listo, pará por acá... llegamos. Un minuto más tarde estábamos entrando en un edificio, y otro después en su cama. Un sexo apasionado, fuerte, salvaje... y truncado: en algún momento, en medio del éxtasis, se me escapó, sin que me percatara de ello, un apelativo. Ella se detuvo abruptamente y ¿qué dijiste? Yo la miré extrañado, sin saber qué contestar, sin saber siquiera qué había hecho. Boludo, ¿“Pau” me dijiste? Y ahí entendí todo. Las cosas no podrían haber sido de otra manera.

17.9.10

Tomado

Sangre chorreando por las paredes
Nuestra sangre
las entrañas vomitadas y todas desparramadas
somos como animales
nunca domesticados
por fuera de toda razón brota este latir
un poco asesino
sobre todo kamikaze.


¿Dónde están las palabras
cuando nadie las busca?


Es una sucesión infinita
seriada
predecible,
pero nadie la menciona.

Ya casi es primavera,
las hojas siguen secas y cayendo
las flores marchitas,
olvidadas,
dos veces muertas
la rosa con su vida pierde el nombre
como este invierno que se desdibuja
sin horas ni estaciones
el frío perpetuándose entre la oscuridad
Y esta noche,
¿cómo escribo,
si no tengo lápices
ni memoria?

9.8.10

Times

Te llamás Mariana, o Lucía, no me acuerdo ya. Nos conocimos hace tiempo, cuando niños y el arenero. Vos ibas de juego en juego, libre con tus pelos largos y lacios al viento. Yo te veía ir desde el subibaja y sabía que eso que ardía en mí era el amor.

Mucho tiempo después te vi pasar por la calle. Ya para ese entonces había olvidado tu nombre, pero en cambio descubría que la calidez de esa sonrisa se había transformado en una marca indeleble. Escuché tu voz y reconocí ese cantito en las últimas sílabas de las esdrújulas y supe que lo recordaría para toda la vida. Vos no me reconociste, o te hiciste muy bien la boluda.

Hoy te vuelvo a ver, sentada en este bar. Estás pagando tu café con leche y te vas a ir y yo no me atrevo a hablarte. Acaso sólo me quede un resto de amor consumido, un dejo amargo en la boca, la añoranza de esos labios que no voy a probar, el recuerdo de un rostro destinado a desvanecerse junto a su nombre.

12.7.10

let it go

Obviamente la realidad es más fuerte que mi endeble voluntad, y por tanto resulta que adiós plazo impuesto, me tomo una prórroga hasta fin de mes para terminar la novela. Esperemos que funcione.

2.7.10

freaking out

Hace un par de días me impuse un plazo de una semana para terminar la novela. Falta un 30% del texto y las correcciones y me estoy volviendo loco, y en el medio están los partidos de cuartos y las semifinales. Pero todavía confío en que puedo llegar. Esperemos que así sea.

23.6.10

proton

¿Te acordás
éramos los dos
nada nos importaba
éramos
felices?
Juntos de la mano
inseparables
hasta que era la hora de volver
hasta mañana

alguien tiró la piedra
tu cabeza y sangre
alaridos
ambulancia

¿Te acordás
el frío
casi muerte
vos no estabas?


***


Yo era chico y jugaba, dos, tres, cinco vueltas al arenero, en el trencito, justo antes de que cayera la tarde caía, aguacero de emociones, afecto qué efecto, y desde entonces

Quizás, el fin del día, acaso el ocaso
rojo muerte cubriendo el cielo.


Nunca más volví. Me fui lejos, cambié el ta-te-ti por, una moneda, la suerte echada y cayendo al piso, completamente fuera de control ¿cómo medir las variables? Impulso, distancia, viento, resistencia.
En la soledad de la cama
frío

como decirte
que tengo miedo.


***


Estábamos invitados a tomar el té
en la antesala de los grandes
no podíamos escuchar
del otro lado de la puerta
la eterna discusión


¿qué es el amor?


Yo amo
¿tú amas
él ama?

Cómo decir
Cómo conjugar

¿Cómo lograr
que me escuches?


***


No te vayas.
No me dejes solo
agonizante
perdido sin conocer
la respuesta
Quedáte.

Yo amo
¿y tú?

Parece que me quisieras desaparecer
que para vos
no soy más que un obstáculo
algo para dejar en el camino
¿no funcionaba así?
En el ciclo sin fin
para que algo nazca
otra cosa
tiene que morir.

17.6.10

déjà

Dando vueltas siempre
hasta detenerme en un punto
-el mismo-
esto ya fue
escrito
visto
vivido
esto
repasarte una y mil veces
elevarte una y mil veces
volver a amarte
como la primera vez
entre palabras y miradas
yo no confío en tus ojos
que me mienten siempre
a veces pienso que en realidad todo es un juego que desaparece en tu ausencia
a veces pienso
pero en general no
me quedo en el sufrimiento de una herida
-la misma-
que ya fue
y es de nuevo
una y mil veces
el límite de todo lo posible
en tus ojos mentirosos
en mis palabras calladas
la finitud de un discurso inaprehensible
y vacío.

2.6.10

[D] Lechones

nos vemos morir los unos a los otros
y casi que nos produce una sonrisa
otro animal muerto
por fin un poco de proteínas en nuestra dieta
así
vamos a poder crecer
cada vez más fuertes
más despiertos, más ágiles
para elaborar nuevos números
así
sería
si el mundo fuera ideal
y las proteínas no vinieran acompañadas de grasa
que nos achancha
y nos hace engordar
como también engorda la culpa
por comernos a nuestros hermanos.

26.5.10

bruchus revolutions 1.1

... y finalmente logré meter el puto like button de facebook. y el share, ya que estamos.

24.5.10

bruchus revolutions

El proyecto de novela es de dedicación exclusiva y por tanto cualquier otro tipo de producción ha sido suspendido, en detrimento de los updates de este blog. De todos modos, me hice un ratito para actualizar su formato y hacerlo un poco más amigable. He aquí el resultado.

18.3.10

[fr.] IV

Yo tenía un solo casco por aquel entonces, y obviamente lo cedí a mi acompañante. Nosotros charlábamos y la moto iba, sin un rumbo fijo, hasta llegar a una estación de servicio de ésas que parecen tener attachado el patio de comidas de un shopping. Por cinco dólares o un poco más, submarino y café doble. Se llamaba Inés y sonreía como ninguna. Su expresión cambiaba en cuestión de segundos, llevaba la cara por espejo del ánimo, del alma, en el brillo de sus ojos evidenciaba su pasión para vivir la vida, el amor y el enojo y la alegría por el chocolate, nos perdíamos los dos en la conversación llenos de interés por el otro, me atrapaba el cuerpo entero contándome la historia de su vida, se sumergía ella en mí cuando le hablaba del desarraigo y mis épocas parisinas. Ocurre que por el trabajo de mi segundo padre, diplomático él, desde los nueve hasta los doce años estuve viviendo en la capital de la France, y cuando volví obviamente ya no era el mismo. En el secundario me enseñaron que eso era el “viaje del héroe”, como Hércules u Odiseo, después alguien hablaría de los ritos iniciáticos y el Bar Mitzvah, el el único problema era que yo no tenía ni medio pelo de héroe, mucho menos de judío adulto, por lo que el significado del viaje cobró sentido recién cuando un fulano pisco-analista me habló del lado de acá y el de allá, tener dos orillas y perderse en el medio del océano tempestuoso, naufragar a la deriva sin conocer ni origen ni destino, yo tenía 15 años y entraba en crisis porque no sabía si yo era yo o el otro yo o, por qué no, Irene, como aquel profesor que hablaba de su novia María “que puede ser Carlos”. Ine estaba saliendo de Olivos por primera vez, acababa de empezar el primer año de su licenciatura en Letras y por ello se había mudado a un pequeño depto en Caballito, un dos ambientes con cocina que podés venir si querés, es medio un quilombo pero no como para asustar, y entonces dejamos las tazas vacías y de vuelta a la moto, yo tenía ganas de dar unas vueltas y ella dijo que no le molestaba, llovía y hacía frío pero no para nosotros, en vez del camino obvio por Independencia seguí por el bajo y de pronto estuvimos en su Olivos natal, doblamos en Corrientes para ver la casa de sus padres y volvimos por Maipú, un tramo de General paz y salimos por Urquiza, Triunvirato derecho se hace Corrientes y Drago y el parque, al final salimos a Acoyte y en algún momento llegamos, mucho menos caótico de lo que imaginaba, apenas algo de ropa desparramada sobre la cama y una tarta a medio comer en la cocina, además de los pelos de gato por doquier a los que por suerte no soy alérgico, sí a las abejas y berenjenas y personas mayores de cincuenta (gran excusa para no visitar a mi madre, por cierto), pero allí donde estaba era Inés y todo me invitaba a sentirlo hogar con todas y cada una de sus letras. Después de juntar la ropa y meterla en un bolso (en sus visitas dominicales la llevaba a casa de sus padres para ser lavada, me explicó) ella se sentó sobre la cama y me invitó a acompañarla. Se estiró hasta la mesita de luz, dio play a un discman que tenía conectado a unos parlantes, agarró un cenicero y encendió un Marlboro. Sonaba Angelene, presumiblemente a esta mujer le gustaba PJ Harvey y lo que escuchábamos se trataba de Is this desire?, para ese momento la conversación era ya mucho más pausada porque los dos nos perdíamos entre la música, después del cigarrillo el cenicero volvió a su ubicación original y me surgió besarla, un beso chiquito pero cálido y bienvenido, nos separamos y si no era felicidad lo que se le veía en esa sonrisa entonces no sé qué, mientras yo me dejaba caer mi espalda sobre la cama ella me abrazó de costado y besó mi mejilla justo antes de que nuestros torsos dieran contra las sábanas. No sé cuánto tiempo estuvimos en esa posición. Eventualmente, nos quedamos dormidos y cuando desperté el disco ya había terminado. Abrí los ojos y giré levemente la cabeza para verla dormir, su respiración contra mi hombro, todavía grabada en su cara la sonrisa. No me atreví a moverme, no quería despertarla. Volví a cerrar los ojos, volví a dormir.